La inclusión, una falsa ilusión

Agosto 2019

Desde hace años, como docentes hemos  venido escuchando el discurso de la inclusión desde un sinfín de formas y sentidos. La palabra ha cobrado tal grado  de presencia, que emerge cada vez con  más recurrencia de parte de políticos,  empresarios y medios de comunicación,  quienes la utilizan cuando les es necesario referirse a temas relacionados con  la desigualdad social, migración, la diversidad sexual e identidad de género,  las necesidades educativas especiales  (NEE) y la multiculturalidad. 

En el caso del sistema escolar, este discurso se ha materializado en sucesivas  políticas educativas que han fijado conceptos teóricos, cantidades de recursos  y formas de aplicar las leyes. Pero, ¿los  profesores tenemos una idea clara y  precisa de que debemos entender por  inclusión? ¿Contamos con una posición  firme que nos permita comprender  cuál es el rol que nos asigna el Estado  para hacer cumplir el objetivo de alcanzar una “educación inclusiva”?  

Es a partir de estas inquietudes que  como Pueblo Docente queremos aportar una mirada que nos permita comprender la verdadera intencionalidad  política y económica que hay detrás de  la consigna de la inclusión. Para ello,  proponemos abordar el tema desde dos  grandes ejes: por un lado, la política y  por otro lado, la dimensión económica  del mercado que existe gracias al negocio de la inclusión. 

En primer lugar, debemos comprender  que las actuales políticas de inclusión en  Chile cuentan con un fundamento directo en las políticas internacionales emanadas en los años 90, principalmente  desde la Unesco, agencias multilaterales  como la OCDE y el Banco Mundial, entre otras decenas de organización mundiales. Si nos situamos en el ámbito local,  en Chile encontramos cuatro grandes hitos que sustentan el marco legal de la  inclusión: 1) En 1990 la aprobación del  Decreto N°490 —“Integración de alum nos en situación de discapacidad a establecimiento comunes”–, 2) en 1994 la  aprobación de la Ley N°19.284 –“Plena  Integración Social” –, 3) la aprobación  del Decreto N°170 Ley N°20.201 —“Subvención a alumnos con necesidades educativas especiales”— y 4) el año 2015, la  aprobación de la Ley de Inclusión (Ley  N°20.854) —“Fin al Lucro, al Copago, a  la Selección”—. Tales políticas concentran un alto impacto en la modificación  y creación de estrategias educacionales  implementadas en los liceos o escuelas,  por ejemplo, esta última influye directamente sobre los Proyectos Educativos  Institucionales (PEI), los Planes de Mejoramientos Educativos (PME) —mecanismos base del financiamiento de los  establecimientos—, reglamentos inter nos y protocolos escolares (retención  de alumnas embarazadas o admisión de  estudiantes nuevos). Además, inciden  directamente en nuestro ejercicio profesional docente, ya que se nos atribuye  el deber de “innovar para la multiplicidad de talentos, necesidades y motivaciones” (Ley de inclusión – 2015), lo  cual significa disponer de mayor tiempo  de planificación a pesar del estrecho  régimen de horas no lectivas que tenemos1.

En segundo lugar, y relacionado al eje  de lo económico, debemos entender que  gran parte del mercado que se desarrolla gracias al discurso de la inclusión está  regulado por las mismas políticas educativas que hicimos mención en los párrafos anteriores. Las últimas grandes re formas (Gratuidad, Superintendencia de  Educación Parvularia, Ley de Inclusión,  Carrera Docente, Desmunicipalización)  permitieron una consolidación política  y jurídica de los nuevos nichos de mercados, a la vez que perfeccionaron los  mecanismos de captura de millonarias  sumas de dinero para los sostenedores y  dueños de fundaciones. 

El negocio de la subvenciones 

Desde los años noventa se ha convertido  en una estrategia muy rentable la posibilidad de aumentar las subvenciones mediante la captación recursos vía Ley SEP  (Subvención Escolar Preferencial). Durante el año 2017, el Estado incrementó un 20% la subvención en los colegios  para alumnos prioritarios y preferentes  (la cantidad se estima en $211.419.533),  incentivando a los sostenedores a que  amplíen su matrícula con el fin de percibir mayores ingresos por alumnos vulnerables (al respecto, las subvenciones por  alumnos con NEE transitorias llegan a los  $160.563, pudiendo superar los $200.000  en los alumnos con NEE permanentes).  Al mismo tiempo, se ha generado un alto  crecimiento en la creación de Programas  de Integración Escolar (PIE) desde el año  2009 a la fecha, muchos de los cuales  quedan abandonados ya sea por falta de  recursos materiales para la enseñanza y  la tardanza ilógica de estos2. Emblemáticos son los casos de las comunas de  Quinta Normal, Til-Til y San Bernardo,  donde hace un par de años atrás “desaparecieron” 7 mil millones de pesos, ya  que se distribuyeron para otros fines o  sencillamente, no llegaron a los programas de integración respectivos. Por último, aparece el aumento de recursos por  Ley de Inclusión al Programa de Acceso  a la Educación Superior (PACE), que para  el año pasado recibió $504.807 millones  de pesos, siendo captados el 85,3%  de estos recursos por la matrícula  de colegios particulares subvencionados. Todo esto ha repercutido en que  las millonarias sumas de dinero no sean  utilizadas para fines educativos, precarizando y haciendo mucho más difíciles  las condiciones laborales de los profeso res y por consecuencia la enseñanza y  aprendizaje de los estudiantes.  

Salen perdiendo los mismos de siempre

Si nos volvemos a la cotidianidad de  nuestras escuelas y liceos, los profeso res somos los encargados de llevar la  práctica toda la palabrería impuesta por  los tecnócratas de la educación, y es así,  somos nosotros el último eslabón de una  larga cadena que año a año se le suman  nuevos requerimientos, nuevos decretos  y nuevas leyes que poco impactan en los  aprendizajes de nuestros niños y jóvenes. Sin lugar a dudas, es destacable la  labor de los equipos de educadoras diferenciales, los equipos psicosociales  y de los docentes al poner día a día lo  mejor de su creatividad y vocación —a  pesar de los escenarios cada vez más  complejos—. Pero lamentablemente de  solo buenas intenciones no se vive, ya  que para ejercer efectivamente nuestra  labor debemos contar con condiciones  dignas que nos lo permitan.

Actualmente, las principales limitaciones que tenemos los docentes pasan por la falta, desvíos y retrasos de  recursos, no contar con infraestructuras  adecuadas, mientras que la intensificación del trabajo se concentra en labores  administrativas (elaboración de múltiples informes, planificaciones, planes  de adecuación curriculares, etc.) que en  pocas ocasiones tienen un impacto real  en la toma de decisiones, ya sea por autoridades o familias3, todo aquello en  desmedro del trabajo que se puede llevar a cabo con los distintos estudiantes y  colegas (colaboración y codocencia). En  términos de desarrollo profesional, muchos de estos recursos que se deberían  usar para actividades de perfeccionamiento, no son utilizados, quedándonos  sin herramientas concretas para atender  situaciones ligadas a alguna NEE en particular o técnicas de manejo de clima de  aula (estrategias de normalización en el  aula) en general. 

En resumidas cuentas, creemos que el  modelo solo quiere generar en el pueblo una falsa ilusión de que esta sociedad es integradora e inclusiva, cuando  en verdad es todo lo contrario; se sustenta en una estructura que nos excluye  de las grandes riquezas que los mismos  trabajadores producimos, nos somete  a una forma de vida deshumanizadora  que atenta diariamente contra nuestra  dignidad como docentes, haciéndonos  creer que las “precarias condiciones de  trabajo” son parte del sacrificio que asumimos al educar y que resulta imposible  transformarlas, mientras los poderosos  se siguen metiendo al bolsillo las millonarias sumas de dinero provenientes de  “La Inclusión”.  

Es bajo esta lectura que planteamos  con seguridad y convicción que la única forma de ser los protagonistas de los  cambios es construyendo unidad y organización consciente en nuestros espacios cotidianos de trabajo, con esa alegría y  creatividad que tanto nos identifica. Debemos ser los primeros en resolver los  conflictos y divisiones que se manifiestan en la pega, acabando con esas falsas diferencias entre distintos profesionales. Como Pueblo Docente, creemos  que solo esto nos permitirá levantar un  conjunto de ideas justas y construir la  fuerza para poner en el centro de nuestras luchas las necesidades y los intereses reales del conjunto de los profesores  y las profesoras de Chile.


  1. Bien sabemos que la proporción 65/35 no alcanza para realizar todo el trabajo pedagógico no lectivo, ya que la realidad de cada escuela nos exige cumplir con labores de cobertura de cursos, atención de casos conductuales con estudiantes, equipos de convivencia y apoderados, reuniones de colaboración con educadoras diferenciales, además de todas las demás funciones vinculadas a la preparación y evaluación de la enseñanza.
  2. Es conocido por la mayor parte de los docentes el problema del desfase temporal de la llegada de recursos para el funcionamiento óptimo de alguno Programas de Integración (materiales didácticos, útiles de aseo, equipamiento tecnológico y deportivo).
  3. En variadas ocasiones muchos de los informes elaborados por las educadoras diferenciales no tienen un destino o resultado correcto, ya que por falta de recursos o directamente por despreocupación, los apoderados no siguen los tratamientos y dichos informes quedan guardados para siempre en alguna carpeta de la casa.

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