NO+SIMCE: A elevar el estándar para superar el abandono educativo

NO+SIMCE: A elevar el estándar para superar el abandono educativo

El SIMCE como “termómetro” del sistema educativo chileno una vez más hace aguas. Ante la profundización de la crisis de aprendizajes y de la convivencia escolar, instrumentos como el SIMCE quedan cortos. De todas maneras, en sus orígenes nunca estuvo pensado para ello, sino para dar una señal de “modernización” del sistema escolar y poner a competir a los establecimientos para difundir los resultados, permitiendo que los padres “elijan” la educación de sus hijos.

37 años han transcurrido desde que se instaló el SIMCE y la educación, tanto pública como subvencionada, no han mostrado cambios positivos en cuanto al mejoramiento de las condiciones para que todos los niños y jóvenes aprendan según sus distintos niveles de desarrollo. La fórmula es simple: imponer un criterio único de frialdad numérica para encasillar escuelas y así darle dinamismo y “datos” al sistema voucher, en donde las familias eligen según los resultados de “calidad”. El efecto final de esto es potenciar uno de los nichos de mercado más multimillonarios que cuenta hoy el sistema educativo latinoamericano.

Mientras tanto, a los docentes se nos pide diversificar la didáctica, contextualizar y situar el aprendizaje para el 100% de los estudiantes. Todo esto, sin tomar en cuenta los 40 estudiantes por sala; los distintos grados de ausentismo e impuntualidad; los problemas sociofamiliares, que ni los organismos dedicados para ello han logrado responder; las innumerables necesidades de aprendizaje, y el sinsentido nunca antes experimentado en las escuelas. En este contexto una entidad externa y externalizada, desde una oficina busca evidenciar métricas para cuantificar a las distintas comunidades educativas.

Estándares más, estándares menos

Este termómetro externo, clave en la articulación del sistema de rendición de cuentas, conlleva consecuencias punitivas por más que se “endulcen” los resultados: despidos de docentes que no obtienen los resultados esperados, equipos directivos en juicio por no cumplir con la anhelada “excelencia académica” y el despilfarro de dinero para pagar a fundaciones y asesores que, en la mayoría de los casos, cumplen la labor de fiscalizar la labor de enseñar en vez de apoyar y orientar las acciones que permitan mejorar el proceso de enseñanza. Este circo de la medición, como siempre termina apuntando con sus resultados a la educación pública y a los docentes, quienes somos responsabilizados mediáticamente por famosos periodistas en la “temporada Simce”, porque luego, el resto del año, ninguno se preocupa de poner los temas en la agenda pública.
Como Pueblo Docente rechazamos y denunciamos este sistema de termómetro roto y mal intencionado, que trae un negocio lucrativo para consultoras, universidades y agencias que miden calidad, pero cuyos estándares logísticos a todas luces distan de una excelencia y que posteriormente venden los “planes de mejora”, lo que provoca un círculo vicioso que nada beneficia finalmente los aprendizajes integrales de las y los estudiantes.

Creemos que los docentes y las comunidades educativas son los que deben denunciar el abandono de la educación y sus distintas expresiones. El Simce es otro síntoma más de tal abandono.

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