Chile en tiempos de pandemia: Crisis sanitaria, social y popular

Chile en tiempos de pandemia: Crisis sanitaria, social y popular

Gentileza Boletín Sindical SITAL

Septiembre 2020

La clase trabajadora siempre se ha visto obligada a luchar contra un sistema hecho para unos cuantos que se enriquecen y se llenan los bolsillos a costa del trabajo, el esfuerzo y la esperanza de todo un pueblo; y esta pandemia no ha hecho más que mostrarnos la evidente desigualdad que está instalada hace siglos en nuestra sociedad, una desigualdad que duele,  que golpea y que carcome el alma. Estamos frente a una clase política que lo único que hace es seguir reproduciendo un nefasto modelo capitalista de mercado, que ya no da más, que deja en evidencia que para este sistema no somos seres humanos, sino recursos humanos, números cuyo valor reside en nuestra capacidad de producción, tal como decía Galeano en su poema “Los nadies”. La crisis sanitaria en Chile no hace más que gritarnos en la cara las grandes diferencias socia- les que existen en nuestro país, no hace más que mostrar la cruda realidad que generalmente es invisible y que intentan seguir ocultando cuando dicen que el vi- rus no distingue clases sociales, que nos afecta a todos por igual ¡Cuánto error! ¡Cuánto engaño!

Quedarse en casa y respetar la cuarentena para alguien que vive en una mansión de 400 metros cuadrados en la Dehesa o Chicureo, no es lo mismo que para una familia que vive en un departamento pareado de 40 metros y menos para una o varias personas que viven en una casita improvisada a orillas de una carretera y que viven el día con lo que puedan juntar. No es tan fácil quedarse en la casa cuando definitivamente no alcanza el salario, cuando no hay qué comer y hay niños que alimentar, cuando se congela el alma buscando un sueño como muchos extranjeros que vinieron buscando oportunidades y se quedaron atrapados en un país que los invisibiliza y que no los reconoce, abandonados a su suerte en la puerta de sus embajadas.

Y para qué hablar de la educación a distancia: a pesar del esfuerzo colosal que las comunidades escolares han puesto en adaptarse y aprovechar al máximo esta modalidad online, lo único que hace es aumentar la brecha de oportunidades de aprendizaje entre los que tienen acceso a internet, recursos tecnológicos y cuentan con apoyo familiar y los que no, excluyendo aún más a los estudiantes vulnerables dentro del sistema escolar chileno (que por naturaleza segrega según origen social, es cosa de ver el actual abandono de escuelas y liceos públicos y subvencionados). Pero pareciera que a excepción de nuestros colegas, que conocen muy de cerca la realidad de sus alumnos por el contacto diario en el aula, a nadie más le importan los sueños y el futuro de los niños pobres de Chile, quienes yacen invisibles en la historia como foco permanente de caridad, privados del derecho a estudiar cuando cuesta caro y es imposible pagar.

Hace falta un poco de humanidad y abrir un poco más los ojos para darse cuenta de que el suelo no está parejo para todos y que tanta injusticia debe remecer la conciencia.

La crisis sanitaria en Chile no hace más que mostrarnos una crisis mucho más profunda de un sistema injusto, inhuma- no y desigual, que deja al desnudo las tremendas irregularidades, vicios y pilares en los que se sustenta: tranquilidad para los ricos y poderosos, los que tienen el sartén por el mango, los que compran la Justicia con unos cuantos millones, tienen las leyes a su favor y no dejan de ganar con sus grandes empresas a pesar de la cuarentena; y más pobreza para el resto, porque los efectos de la pandemia golpean a los trabajadores más que nadie, al pueblo de Chile, a nuestra gente, obligándonos a soportar una forma de vida mucho más precaria, que, desde donde se le mire, es imposible seguir sosteniendo.

Mientras en la calle hay gente protestando por comida o trabajando en cualquier cosa informal para llevar el sustento al hogar, porque los echaron de sus trabajos, les suspendieron el contrato o les bajaron el sueldo acogiéndose a la “ley de protección al empleo” (que excluye a un gran número de trabajadores, independientes, honorarios, públicos, informales, etc.); nuestras autoridades les piden a las personas que viven en situación de calle que vuelvan a sus casas, amenazan con multas escandalosas a quienes no respeten la cuarentena, haciéndonos creer que los únicos responsables del problema somos nosotros mismos, cuando no nos quedamos en las casas. Son los mismos rostros que ayer nos hacían presupuestos para el almuerzo con precios que no se ajustan a la realidad (cuando comen con un presupuesto mil veces mejor que el que predican), los que hoy vemos competir en los matinales y en la farándula de la televisión con el oportunismo que los caracteriza. ¿Cómo no?, si el próximo año hay elecciones. ¿Acaso no es violento? ¿Una burla? Duele profundamente ver a nuestro pueblo en la calle, pasando hambre; duele ver tanta falta de realidad. Nos llaman al aislamiento, pero el único y verdadero distanciamiento social siempre ha sido entre ellos y nosotros.

Cualquier medida será insuficiente para contrarrestar los efectos económicos de la pandemia en la población. Las le- yes que han sido aprobadas en tiempo récord se limitan a ayudar a los trabajadores que tienen empleos formales, porque existe un gran porcentaje que ni siquiera encaja en esa categoría (la masa laboral informal ya supera el 30% y la cesantía el 10%), o bien a las empresas que se aprestan a recibir subsidios del Estado por las evidentes pérdidas de este último tiempo, sin mencionar las grandes cadenas o holdings beneficiadas por la banca con créditos especiales, casi sin interés, para reiniciar sus negocios. Y qué decir de los bonos como el ingreso mínimo solidario u otra medida asistencial; siempre quedarán cortas, no devolverán la dignidad a las familias y seguirán ocultando los problemas estructurales de fondo en nuestra sociedad.

¿Hasta cuándo seguiremos tolerando tal nivel de descaro, esa inmoralidad y arrogancia desmedida? El escenario actual nos recuerda la frase: “a falta de pan, buenas son las tortas” que se le atribuye a María Antonieta para mostrar la indiferencia y el menosprecio con qué trataba a la gente de su pueblo que reclamaba por pan. ¿Desde cuándo ser honesto, leal y luchar por el bien común resulta ser una amenaza? Queremos creer que un mañana mejor es posible, queremos creer en aquel día en el que todos seremos libres.

Ya es hora de abrir nuevos horizontes políticos basados en el poder popular, construir pueblo organizado, quien hoy debe ser protagonista de un cambio social profundo que elimine de raíz la tremenda desigualdad a la que nos vemos sometidos, teniendo como centro la dignidad humana. Es necesaria y justa una Revolución.

Hoy nuestra invitación es a organizarse con los demás colegas del Colegio, participar activamente de las acciones solidarias que se estén impulsando (canas- tas familiares, apoyo financiero, etc.), ayudarlas a difundir, buscar soluciones a las dificultades que nos aquejan como el inestable escenario laboral de docentes y asistentes de la educación, o sugerir cualquier otra idea en beneficio de las familias de nuestra comunidad escolar, con el compromiso, la alegría y el entusiasmo que siempre nos caracterizan. Solo así podremos construir la fuerza necesaria para enfrentar con unidad y de- cisión los problemas del presente y los que están por venir. No hay otro camino.

SOLO LA ORGANIZACIÓN Y SOLIDARIDAD POPULAR DAN RESPUESTA AL PUEBLO TRABAJADOR

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