Todos pasan: ¿éxito o fracaso educativo?

Todos pasan: ¿éxito o fracaso educativo?

En febrero del 2018 se promulgó el decreto 67 que establece las “normas mínimas nacionales sobre evaluación” y que en efecto elimina la repitencia “automática”. El contexto de estas modificaciones tiene que ver con el ánimo de actualizar la normativa de acuerdo a los parámetros de la UNESCO y su concreción en la Ley General de Educación chilena.

Las políticas de inclusión y el enfoque socioemocional son el marco teórico y sus fundamentos radican en la idea central: “la repitencia suele tener más efectos negativos que positivos, tanto para el desarrollo como para el aprendizaje del estudiante, afectando aspectos socioemocionales y aumentando las probabilidades de ausentismo y deserción” (Mineduc, 2018)

El discurso plantea la idea de que el sistema de evaluación estaba desactualizado, que la promoción “automática” se ejercía de manera unilateral (no colectiva) y que solo se ajustaba a que si el estudiante no cumplía ciertas reglas repetía. En esa lógica, se plantea el decreto 67 como una norma que da mayores niveles de reflexión pedagógica, la repitencia entendida como una medida excepcional y que ahora promovería un mejor acompañamiento a los estudiantes con mayores dificultades de aprendizaje.

Cualquier profesor que trabaja previo a la publicación del decreto sabe que tales argumentos no son del todo ciertos y que sí se cumplía con la idea de una decisión colectiva, reflexionada y argumentada.

¿Qué hay detrás del propósito de eliminar la repitencia?

Multimillonarias cifras marcan el accionar de muchas fundaciones y organismos que han visto en el problema del ausentismo escolar un botín de recursos frescos para sus arcas. El problema específico radica en que las medidas y estrategias impulsadas no logran dar un apoyo real a los alumnos y sus familias para que se logren “revincular” con las escuelas y, lo más importante, el asistir a ellas para aprender.

Como Pueblo Docente creemos que el fin ulterior de esta medida no tiene que ver con los argumentos declarados en los párrafos más arriba, sino más bien, maquillar los niveles de deserción, retención y aprobación de estudiantes. Ocultar la precariedad educativa tiene directa relación con los propósitos y resultados que debe tener un país matriculado en la OCDE y obediente de los lineamientos de los organismos multilaterales como UNESCO, Banco Interamericano de Desarrollo, Fondo Monetario Internacional, entre otros. En el plano local, los sostenedores chilenos ven en la promoción automática el argumento perfecto para evitar disminuir las matrículas y así no afectar sus ganancias a través de la subvención escolar.

Este panorama, marcado por la tendencia al discurso de la socioemocionalidad y del “éxito como eficiencia educativa” ha generado efectos gravísimos en los procesos de aprendizajes de los estudiantes y la labor docente. En los estudiantes ha aumentado el sinsentido o pérdida de interés por aprender lo que se refleja en un relajo constante, la casi inexistente dinámica de “estudiar en casa” y la idea del mínimo esfuerzo para pasar de curso, situación que aumenta con el uso de elementos distractores, como los celulares, ahora “prohibidos” para el 2026. En los profesores, ha despedagogizado y quitado la ciencia al proceso de enseñanza y aprendizaje, tanto en el propósito de la planificación de la enseñanza, los criterios y mecanismos de evaluación, las adecuaciones y acompañamientos específicos, la calendarización de las evaluaciones, en definitiva: ha mermado el rigor profesional golpeando directamente la vocación, motivación y valorización del trabajo docente.

En esta etapa del año, es común que los equipos directivos ordenen a los equipos docentes “salvar” a los estudiantes en riesgo de repitencia a fin de disminuirla al mínimo posible. Hay casos de colegios que presentan “cupos” de repitencia que no superan más de 3 a 5 estudiantes, hay otros como la Corporación del Arzobispado de Santiago (CEAS) que han modificados los reglamento a fin de “redondear” promedios con el objetivo de evitar la repitencia y “ayudar” a los estudiantes en su ranking de notas.

Reglamento de evaluación y promoción. CEAS

La aprobación escolar es considerada un éxito educativo, mientras que la repitencia es un fracaso para las familias, estudiantes y la sociedad, pero nos preguntamos: ¿un estudiante que aprueba sin aprender los contenidos y habilidades mínimas es sinónimo de éxito escolar? Creemos que no. A la pregunta ¿la repitencia influye negativamente en los estudiantes? Creemos que no en todos los casos, tal como argumenta la ley, depende de los análisis caso a caso que hacemos los equipos docentes. Bajo el discurso socioemocional, nos preguntamos qué pasa con la motivación escolar de un estudiante que es aprobado sin los conocimientos necesario y se encuentra en un curso que supera su nivel educativo y que reproduce la misma situación del año anterior.

A partir de la reflexión anterior creemos que este fenómeno, que cada vez es más conocido por la sociedad, ha empobrecido la calidad educativa al no poner el foco en los aprendizajes, ni en el compromiso real de los estudiantes y sus familias en el proceso educativo. Esto a costa de mantener índices que aparenten el “éxito educativo” de Chile en organismos multilaterales.

Nuestro llamado es denunciar y a oponernos con fuerza a este fracasado sistema de promoción, que convierte la asistencia en una opción y el esfuerzo en un mito. Denunciar la falsa justicia educativa, que atenta contra valores pilares en cualquier modelo educativo: la responsabilidad, la disciplina y el valor social del aprendizaje como herramienta humana.

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